Thursday, September 14, 2006

La necesidad de una narrativa

Una vez más publico en el blog de mi hijo Emilio, una columna escrita por la sicóloga Neva Milicic que cada martes edita "Escuela para Padres" en la Revista Ya de El Mercurio.
Desgraciadamente los links del diario suelen quedar obsoletos luego de una semana, así que copio acá abajo el texto porque me pareció notable.

La Necesidad de una narrativa:

Cuando los niños enfrentan situaciones difíciles, no sólo requieren de una explicación y de apoyo, sino que necesitan hacerse de una narrativa de lo que sucede para integrar y aprender de esa experiencia.


A veces las personas grandes no saben lo duras y dolorosas que pueden ser para un niño algunas situaciones, por ejemplo, que no lo inviten a un cumpleaños, o no poder asistir a una fiesta porque está enfermo, o bien, que se les pierda algún objeto querido o lo dejen esperando para salir de paseo.

Minimizar lo que le sucede a un niño o niña provoca que se sienta poco comprendido(a). En cambio, ayudarle a buscar un significado equivale a que pueda contarse una historia acerca del problema.

Cuando un niño o una niña comprende que no fue invitado porque su compañero sólo podía convidar a cuatro niños y que además él tampoco lo había invitado a su cumpleaños, estará en mejor posición para mitigar el impacto de ese evento, así como para entender otros semejantes en el futuro.

Tal como sostiene el escritor Paul Auster en su libro "Brooklyn Follies", las personas extraordinarias logran conectarse con los sentimientos de los niños porque tienen una sensibilidad privilegiada, y lo ejemplifica a través de "La historia de la muñeca", de Franz Kafka.

La historia ocurre en Berlín en 1923, en un período de gran escasez de alimentos y de graves disturbios políticos. Kafka, que está gravemente enfermo, sale un día a dar un paseo por un parque donde encuentra a una pequeña que está "llorando por haber perdido su muñeca". Para consolarla, él, como buen escritor, le inventa un cuento, y le dice que su muñeca se ha ido de viaje, a lo que la niña le pregunta que cómo lo sabe. El escritor responde: porque recibí una carta de la muñeca. Al otro día le escribe una carta de parte de la muñeca en que le dice que ella se ha ido de viaje, no porque no la quiera sino porque necesitaba tomar aire y conocer otras personas.

El escritor durante tres semanas escribe diariamente cartas a la niña en nombre de la muñeca. Y, cuando finalmente la niña está consolada, la muñeca le escribe una carta en que le avisa que se casa y se quedará a vivir en el campo.

Ciertamente, Kafka no sabía nada de lo que plantea la sicología actual acerca de la necesidad de hacerse una narrativa para enfrentar las dificultades, pero tenía la sensibilidad para conectarse con los sentimientos de una niña que no era suya y tratar de mitigar el sufrimiento contándole una historia. Se tomó el tiempo, a pesar de que estaba enfermo y que le quedaba poco tiempo de vida, de escuchar a la niña y escribirle una historia, con mucho cuidado.

¿Qué tiempo nos damos para contarle una historia a nuestros hijos? Sobre tantas cosas es posible contar historias, sobre su propia vida, sobre la infancia de los padres, sobre lo que hicieron sus abuelos, entre muchas otras historias posibles. Los niños adoran las historias, especialmente aquellos que constituyen su propia narrativa.

Como dice Auster, si uno de los escritores más geniales de la humanidad se da el tiempo para conectarse con la pena de una niña que recién conoce, quizás usted podría dedicarle un poco de tiempo a sus hijos para contarle esas historias, que sólo usted podrá contarle.

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